martes, 5 de agosto de 2008

LAS CLASES DE LOS MAESTROS: ITALO CALVINO.

Buenas tardes tengan ustedes, amigos del murciélago.

No hay nada peor para un aprendiz de escritor que la pereza, porque la pereza se convierte en desidia por uso y costumbre, y cuando la desidia te abraza estás perdido, te abandonas a ella dulcemente. Yo por ejemplo estoy siempre luchando con las ganas de rascarme mi encarnado escroto de murciélago, en vez de escribir el relato que tengo en la cabeza, ése que no me deja vivir en paz hasta que no lo escribo, sea de una profundidad insondable o de una estupidez suprema.

Otro de los peligros es el inverso. El exceso de energía creativa. Es decir, cuanto más creativos seáis mejor, eso nadie lo va a discutir, pero el peligro sigue ahí. Te pones a escribir un cuento, y cuando vas por lo más duro, se te ocurre un brillante idea para otro relato. Así que abandonas el primero y te pones con el segundo. Curiosamente, cuando vas por la mitad, más o menos, la idea ya no te parece tan brillante. Y es que por la cabeza te ronda otra genial. Y dejas el segundo relato para empezar el tercero. Y así vas llenando el disco duro de trabajos inacabados.
Hay que luchar también contra esa fuerza. Porque la única forma que tenemos de aprender nuestro oficio de narrador es narrando. Empezar-terminar, así debe ser. Si se te ocurre otra buena idea cuando aún no has terminado el cuento que estás escribiendo, apúntala y sigue con lo que hacías. Recuerda que la paciencia es una virtud.

Precisamente, en "las clases de los maestros" nos va a hablar de ello el gran ITALO CALVINO.

Ahí va eso:



"Escribo a mano y hago muchas, muchas correcciones. Diría que tacho más de lo que escribo. Tengo que buscar cada palabra cuando hablo, y experimento la misma dificultad cuando escribo. Después hago una cantidad de adiciones, interpolaciones, con una caligrafía diminuta.

Me gustaría trabajar todos los días. Pero a la mañana invento todo tipo de excusas para no trabajar: tengo que salir, hacer alguna compra, comprar los periódicos. Por lo general, me las arreglo para desperdiciar la mañana, así que termino escribiendo de tarde. Soy un escritor diurno, pero como desperdicio la mañana, me he convertido en un escritor vespertino. Podría escribir de noche, pero cuando lo hago no duermo. Así que trato de evitarlo.

Siempre tengo una cantidad de proyectos. Tengo una lista de alrededor de veinte libros que me gustaría escribir, pero después llega el momento de decidir que voy a escribir ese libro.

Cuando escribo un libro que es pura invención, siento un anhelo de escribir de un modo que trate directamente la vida cotidiana, mis actividades e ideas. En ese momento, el libro que me gustaría escribir no es el que estoy escribiendo. Por otra parte, cuando estoy escribiendo algo muy autobiográfico, ligado a las particularidades de la vida cotidiana, mi deseo va en dirección opuesta. El libro se convierte en uno de invención, sin relación aparente conmigo mismo y, tal vez por esa misma razón, más sincero".

Italo Calvino.


Así que ya sabéis, si os veis arrastrados por esas malévolas fuerzas centrífugas... ¡resistíos! Hasta los más grandes las han sufrido.

Y así lo voy a dejar, que no me gusta ponerme profundo ni dar consejos de abuelo cebolleta.

Me voy, me voy a tomar un poco el aire, a atrapar un par de hermosas moscas como aperitivo antes de volver al trabajo. El teclado espera y tengo que luchar contra la pereza, pero yo os prometo que aquí estaré en unos días con...

¡UN CUENTO A LA SEMANA!

1 comentario: